Ángel Serna
Hace poco más de un año escribí para esta revista un artículo en el que daba cuenta de la utilización en el panorama político y público de términos históricos como «fascismo» o «fascista». Basándome principalmente en la obra de Emilio Gentile (2019), traté de reflejar de la forma más sintética posible lo contraproducentes que pueden tornarse estas asimilaciones. Considerar que el fascismo —tal y como lo conocemos históricamente— sigue vivo supondría indudablemente que nunca fue derrotado del todo, lo que alimentaría la teoría del fascismo eterno, del fascismo indestructible.
Ahora bien, que no sea correcto asimilar actitudes actuales como fascistas no significa que no se haya desarrollado en las últimas décadas una cultura política que puede ser considerada como un nuevo fascismo. En palabras del catedrático Julián Casanova (2021):
La era digital ha cambiado la forma de enseñar y escribir historia. Pero también la de actuar de la ultraderecha y del nuevo fascismo, que ya no necesitan destruir los parlamentos ni la movilización de las masas. La propaganda, el miedo y las mentiras llegan ahora por las redes.
Julián Casanova (2021)

Al hilo de este escueto pero claro tuit, Justo Serna (2021), catedrático de Historia Contemporánea —en este caso de la Universitat de València—, reflexionaba sobre el alcance actual de la historia académica y la capacidad de la historiografía para adaptarse a esta nueva era digital. En una conferencia sobre los extremos del neoliberalismo en España y en Brasil, Serna (citado en Facultad de Humanidades y Artes UNR, 2021) se apoyaba en el libro de Javier Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español (2020), para trazar una línea de larga duración en la que incluía el actual movimiento de ultraderecha de Vox dentro de una tradición política profundamente conservadora, nacionalista y católica que hundía sus raíces en el siglo XVIII y que reaccionó radicalmente contra los ideales de la Ilustración y del liberalismo, expandidos por Europa a raiz de la Revolución francesa de 1789. Esta cultura política iría evolucionando en la España contemporánea hasta llegar a la actualidad, donde una serie de circunstancias como la crisis económica del año 2008, la cuestión migratoria, la corrupción política, la trayectoria de los nacionalismos periféricos (catalán y vasco), la lucha por la memoria de las víctimas del franquismo y el movimiento feminista, entre otros, la moldearían significativamente.
El resurgimiento de una potente fuerza y cultura política ultraconservadora en España, cuyas raíces son históricas pero sus motivos son muy recientes, no es un caso único ni aislado. En la actualidad, las consecuencias políticas, sociales y económicas derivadas de la crisis sanitaria provocada por la pandemia han nutrido a movimientos políticos relacionados con este tipo de populismos, multiplicándose no solo en países europeos como Francia, Hungría, Italia o Polonia —que pueden compartir contextos similares al español—, sino también en países americanos como Brasil o Estados Unidos. Incluso la propia Rusia de Putin, con su mitología histórica, ultranacionalista e imperialista, puede enmarcarse perfectamente dentro de este tipo de movimientos reaccionarios y conservadores. Veremos también hasta qué punto la crisis internacional provocada por la reciente invasión de Ucrania contribuye en la potenciación de esta clase de culturas políticas.

Como bien apunta Julián Casanova en su tuit (2021), estos nuevos fascismos se distancian de los clásicos en sus estímulos y en sus métodos de propagación. Si la experiencia en el frente, el escuadrismo y el acoso social posteriores a la Primera Guerra Mundial fueron cruciales para el auge del fascismo histórico, ahora las redes se han convertido en el medio perfecto para que el temor, las teorías y las tergiversaciones alcancen a la sociedad sin necesidad de destruir los parlamentos ni de movilizar a las masas en las calles. Calificar los movimientos actuales ultraderechistas como «fascistas», además de implicar un peligroso reconocimiento histórico, supone una simplificación conceptual incapaz de discernir contextos totalmente diferentes y distantes en el tiempo. En definitiva, la situación actual es lo suficientemente compleja y particular como para ser reducida al concepto histórico de fascismo. Las transformaciones tecnológicas y culturales de las últimas décadas marcan las numerosas diferencias entre el fascismo de entreguerras y el momento reciente.
Todo esto que acabo de comentar plantea a su vez un desafío añadido a la historia, entendida aquí como disciplina académica. Es innegable que la era digital no solo ha cambiado las relaciones sociales sino también las formas de acceder a la información y al conocimiento científico. Es evidente, también, que la adaptación de la historiografía a esta nueva era digital ha dejado mucho que desear. Las lecturas pesadas, los tecnicismos y el lenguaje tosco que tanto ha caracterizado la escritura del historiador son rechazados porque o bien no entretienen o —lo que es todavía más revelador— no se prefieren. Las verdades relativas bien investigadas no interesan, y con ello se rechaza el pensamiento crítico y se promueve la banalización de la historia y del presente. Frente a esta realidad encontramos el oportunismo y el intrusismo de mensajes sin complejos que nos dicen lo que nos gustaría escuchar y lo que no. Más allá de todo esto, ante este importante reto solo caben dos posibilidades: o que la sociedad consiga ser capaz de analizar y de discernir la información (en este caso histórica) que le llega a través de las redes y los medios o que la historiografía «baje a la arena» y acierte la forma definitiva de reinventarse y de afrontar estos desafíos.
A priori parece más sencilla la segunda.
Referencias:
Casanova, J. [CasanovaHistory]. (2021, diciembre 20). La era digital ha cambiado la forma de enseñar y escribir historia. Pero también la de actuar de la ultraderecha y del nuevo fascismo, que ya no necesitan destruir los parlamentos ni la movilización de las masas. La propaganda, el miedo y las mentiras llegan ahora por las redes [Tuit]. Recuperado de https://twitter.com/CasanovaHistory/status/1472871040749551626
Facultad de Humanidades y Artes UNR. (2021, octubre 15). Panel «El devenir de las derechas: extremos del neoliberalismo en España y Brasil» [Vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=Wt1Wo9P6j0U