Belén Collado
En época de dictadura —y también de revolución—, a los dirigentes políticos les da por el dirigismo artístico. Creo que esa es la mejor forma de definir esta película y la vida de Władysław Strzemiński, una insaciable lucha por buscar nuevos caminos en el arte pese a las imposiciones políticas del socialismo de Stalin.
Este ilustre artista polaco, nacido en 1893 en Minsk, Bielorrusia, y fallecido en 1952 en Lodz, Polonia, es uno de los pintores vanguardistas más importantes del siglo XX. Su fama se debe principalmente a su teoría del unismo, desarrollada a mediados de los años veinte, según la cual todo aquello que no pertenezca a la esencia de la obra debe ser rechazado. Sus consecuencias en la pintura son claras: se prescinde del movimiento, del tiempo, de la tridimensionalidad y de toda referencia externa. Dichos elementos son ajenos a la naturaleza de la obra pictórica, la cual queda reducida a una superficie plana cubierta de pintura y delimitada por un marco. Por esta razón, cuando observamos un cuadro de Strzemiński, nos llama la atención su «simplicidad».

Asimismo, el artista escribió el libro La teoría de la visión y contribuyó a formar uno de los movimientos vanguardistas más importantes de la primera mitad del siglo XX: el constructivismo y su ya mencionada teoría del unismo. Una de las mejores obras del pintor polaco inspirada en el unismo es la Sala Neoplástica, diseñada en 1947. Las paredes de colores, el orden matemático o el uso del espacio son algunas de sus características. Además, la tesis de Katarzyna Kobro, mujer de Strzemiński y artista, se ve reflejada en esta sala. La artista desarrolló una teoría aplicable a la escultura, según la cual afirma que esculpir no consiste en dar forma a un bloque de materia, sino en organizar el espacio, hacer que la obra esté integrada en su entorno de forma armoniosa.

El camino del arte en Europa y la vida de Strzemiński cambiaron radicalmente de rumbo cuando Stalin puso sus manos en Polonia. La sovietización fue cada vez más radical, y llegó a invadir todos los ámbitos de la vida, tal y como nos muestra la película a través de diversas escenas, como la destrucción de la Sala Neoplástica, la expulsión de Strzemiński del sindicato de artistas, las noticias en la radio alabando al régimen de Stalin, la proyección en el cine de una película sobre Stalin, el momento en el que la hija del artista debe memorizar un texto sobre Stalin para el colegio, etc. Como era de esperar, estas imposiciones llegaron también al arte. Se prohibió todo arte vanguardista, y el realismo socialista se convirtió en la forma obligatoria de expresión artística. Strzemiński se opuso firmemente a esta coacción y jamás sublevó su arte, lo cual le acarreó duras consecuencias. Fue expulsado del sindicato de artistas y de la universidad.
Hay que destacar el título de la película Los últimos años del artista: Afterimage, el cual hace referencia a las imágenes remanentes, a las ilusiones ópticas que continúan apareciendo bajo los párpados tras haber mirado un objeto que refleja la luz. Strzemiński lo explica a sus alumnos en una de las escenas de la película: cuando dejamos de mirar un objeto, lo que queda de él en nuestra mente es un esbozo del mismo. Por este motivo, deberíamos pintar la realidad tal y como la percibimos nosotros. De ahí se deriva que los cuadros del artista polaco se caractericen por poseer una visión diferente de la realidad, una perspectiva nueva.

La vida del artista polaco fue lamentablemente dura. Sirvió con el ejército ruso durante la Primera Guerra Mundial, donde perdió una pierna y un brazo por la explosión de una mina. Al regresar de la guerra, empezó a trabajar como pintor, y así se convirtió en un prolífico artista y pensador que cambió los rumbos de la pintura del siglo XX. A él le debemos la fundación en 1934 del primer museo de Arte Moderno de Lodz, en Polonia. Sus magistrales clases estaban abarrotadas de estudiantes, quienes no quisieron perder la oportunidad de aprender con él cuando fue expulsado de la universidad debido a su discrepancia con el régimen. Sus clases de pintura continuaron realizándose en su casa.

Władysław Strzemiński es un magnífico ejemplo de una vida entregada al arte, una inagotable sed de alcanzar nuevos rumbos artísticos que concertaran con el hombre. Posee una producción artística sublime, y sus ideales en pintura eran muy avanzados para la época. El pintor polaco pasó de ser uno de los mayores artistas de Europa a tener que lamer la última gota de sopa que quedaba en el plato —al perder su trabajo en la universidad, no tenía qué comer— por defender sus ideales, tanto artísticos como humanos. Su espíritu jamás se doblegó ante las imposiciones ideológicas.
Muy bien escrito y explicado. Me ha gustado mucho.
Me gustaMe gusta