Reseñas de libros

El sonido del silencio

Santiago Lorenzo reflexiona sobre la contracara del desarrollo a través de un personaje que nos recuerda a Robinson Crusoe.

María Ramas

Portada del libro. Recuperada de Blackie Books.

Título: Los asquerosos

Autor: Santiago Lorenzo

Nº de páginas: 222

Editorial: Blackie Books

Idioma: castellano

Encuadernación: cartones

ISBN: 9788417059997

Año de edición: 2018

Plaza de edición: España

Ilustrador de cubierta: Guim Tió


En Los asquerosos, Santiago Lorenzo nos presenta a Manuel, un joven que huye de Madrid tras acuchillar a un antidisturbios que trata de agredirlo tras confundirlo con un manifestante. Para evitar la pena de cárcel, se muda a una pequeña aldea y allí sobrevive con una pequeña compra mensual, una colección de libros Austral y vegetales que él mismo recoge.

«No necesitaba apenas nada de lo adquirible en una tienda. La carencia era su gran, saciante patrimonio. Se estaba instalando en una austeridad fiera en la que chapoteaba cada vez con mayor deleite, como quien se da a la gimnasia extrema y goza con la queja muscular, la falta de aliento y el dolor de plantas. Su apetito por la sobriedad empezaba a ser gula, y su amor por la pobreza empezaba a ser lujuria».

Este camino progresivo hacia el ascetismo nos puede llevar a pensar en Manuel como un Robinson Crusoe moderno, pero también nos evoca uno de los ensayos más conocidos de Henry Thoureau: Walden, la vida en los bosques. En esta obra, el escritor y filósofo estadounidense respondía a la filosofía del progreso optimista de principios del siglo XIX trasladándose a una cabaña que él mismo construyó para experimentar un modo de vida que se comenzaba a perder: la vida en la naturaleza. Con este confinamiento voluntario, Thoureau pretendía demostrar que la verdadera vida del hombre libre y despierto pasaba por liberarse del yugo de las imposiciones de la sociedad industrial que estaba emergiendo.

Observamos, pues, una proximidad en la propuesta narrativa de Santiago Lorenzo con Thoureau. A pesar de que el punto de partida es distinto, ambos hacen del relato de un viaje el motor de cambio hacia una nueva subjetividad, ya liberada de la alienación del sujeto posmoderno que lleva un modus vivendi basado en el sometimiento del trabajo y el consumo. Este nuevo sujeto, que es capaz de oler y escuchar la naturaleza, se define en contraposición a lo que Santiago Lorenzo denomina «la mochufa»: una serie de individuos que encarnan a la civilización dormida que desperdicia su vida en torno a falsas necesidades impuestas.

Mediante la caricatura de este sujeto gestado en la urbe, Santiago interpela al lector, que se reconoce en sus líneas. Sin embargo, emplea un tono humorístico que violenta ante el enemigo común: el progreso, del cual solo se beneficia quien no es irremediablemente esclavizado por él.

Así pues, el escritor vizcaíno, haciendo del relato un espacio de reflexión política consciente, plantea la contracara del desarrollo, el sonido que puede llegar a poseer el silencio de la «España despoblada», y, mediante una experimentación formal sublime, nos regala un espacio donde descubrirnos y reconocernos.

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