Maria Lozano Bohigues
Me habían dicho que era una obra de teatro sobre la maternidad. En parte, tenían razón.
Pasé un ratito en la butaca de la Sala Russafa y, a medida que intervenían las actrices, nos veía a mi abuela, a mi madre y a mí. Nos vi a las tres y a otras almas con las que he convivido. Dejarlo todo por los demás, llevar el peso de una familia, no sentirnos a gusto con nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestras parejas… Parece que hay una cuerda que nos ata a esas anclas que tan abajo nos hacen caer.

Ante mis ojos, ocho diosas relataron ocho historias sin ánimo de aleccionar a nadie. Nada de eso. La obra hace reflexionar. ¿Cómo me comporto como mujer? ¿Estoy contenta con mi vida? ¿Me gusta ser madre? ¿Quiero serlo algún día?
Me reí mucho. Diosas tiene ese punto de tragicomedia en el que igual lloras acordándote de tus problemas que rompes a reír con las ocurrencias de las actrices. Eso es lo bueno del teatro y lo bueno de Diosas, que te pregunta mirándote a los ojos: y tú, ¿te encuentras a ti misma?
Yo no sé si me encuentro. A veces, supongo. Tengo mis momentos. Pero nos encontré a mí y a todas en la Sala Russafa. Salí con ganas de volver. Y eso, en estos tiempos tan complicados para todas, no tiene precio. Vayan al teatro.
