Guillermo Rodríguez se licenció en Geografía e Historia, pero tenía muy clara su vocación de periodista. Tras haber trabajado en más de tres diarios, dirige desde 2018 El HuffPost. El periodista nos ha contado su opinión sobre el oficio y su funcionamiento.

¿Qué visión tenías del periodismo cuando empezaste a estudiar y a trabajar en ello?
Curiosamente, no estudié la carrera de Periodismo. Hice Historia y me especialicé en Historia Contemporánea, pero mi vocación era ser periodista. La visión que tenía era absolutamente romántica. Pensaba que el periodismo era el mejor oficio del mundo, que iba a conocer muchísimos países, a cultivarme intelectualmente y, sobre todo, que tendría la capacidad de informar a la sociedad para hacer del mundo un lugar mejor desde una parcela muy chiquitita. Era una visión muy romántica, pero, si echo la vista atrás, se ha ido cumpliendo. Lo único con lo que no contaba es que he tenido que trabajar muchísimo y renunciar a muchas cosas en mi vida por el periodismo. Pero es verdad que he aprendido mucho he conocido diferentes países y a mucha gente. Sigo defendiendo que es la mejor profesión posible, con la salvedad de que hay que trabajar muy duro. En el periodismo no hay un momento en el que dices «ya soy periodista»; no dejas de aprender y de cultivarte. Quién me iba a decir a mí que acabaría especializándome en el periodismo de Internet. Si hubiera sido una persona reacia a los cambios, no estaría aquí. Solo los románticos triunfan hoy.
«Nunca me oirás decir que el periodismo es un pilar fundamental de la democracia, ni tampoco que, si se quiebra, la democracia corre peligro. Somos muy importantes, pero el futuro de España no depende solo del periodismo. Con informar es suficiente, y da mucho trabajo».
Y, si hablamos de la misión del periodismo, ¿cuál crees que es?
La misión del periodismo es informar a la gente. Hay una definición que yo suscribo: «Los periodistas son gente que le cuentan a la gente lo que le pasa a la gente». Nuestro cometido es intentar hacer accesible a cualquiera lo que está ocurriendo en el mundo, sin importar en qué sector económico, industrial o social se sitúe el lector. Ser periodista también conlleva tener la capacidad de contar lo que ocurre en Siria o Afganistán, y, a la vez, qué está ocurriendo en un pueblo de Cuenca. Se trata de eso; yo nunca he ido más allá. Nunca me oirás decir que el periodismo es un pilar fundamental de la democracia, ni tampoco que, si se quiebra, la democracia corre peligro. Somos muy importantes, pero el futuro de España no depende solo del periodismo. Con informar es suficiente, y da mucho trabajo.
¿Compartes la visión que tenías del periodismo antes con la de ahora?
Sin duda. Yo arranqué pensando en que tenía que informar a la gente, y cada vez esta lucha es más ardua, porque los periodistas tendemos a vivir en una burbuja y nos retroalimentamos los unos a los otros dentro de esta. Cada vez me obsesiona más la idea de que tenemos que conseguir que mi madre, ejemplo de ciudadana normal, nos lea y nos entienda. Me planteo cómo podemos conseguir que el tema de las elecciones estadounidenses les quede claro con un vídeo o una infografía, para que, cuando lleguen, sepan qué es más o menos relevante. Ese es el ciudadano que cada vez me obsesiona más, el ciudadano común.
¿Crees que el periodismo ha sido influyente en la historia?
Yo creo que el oficio ayuda a entender el mundo en el que vivimos. En este sentido, admito que sí me pongo grandilocuente. No podemos entender nuestro mundo sin el periodismo. La labor fundamental del periodista es ayudar a configurar la conciencia de un país; es su obligación. Hace falta decir qué es lo que ocurre y demostrar lo que se hace mal. Hablo de demostrar, no de decir. No importa si es ahora o hace cincuenta años; tenemos la misma misión: denunciar las cosas que no funcionan bien.
«Cuando hablamos sobre la guerra cultural que organizan las fuerzas políticas, nadie nos leyó, pero, cuando publicamos que Cristiano se contagió de coronavirus, se dispararon las visitas».
El caso Watergate se sigue viendo como uno de los grandes escándalos destapados gracias al periodismo, pero ha invisibilizado muchos otros. ¿Qué datos trascienden?
La investigación Watergate ha quedado como un ejemplo de cómo una investigación periodística acaba destronando a un presidente de los Estados Unidos. Aquí, en España, no te sabría decir, realmente, un equivalente. A corto plazo, los papeles de Bárcenas han sido la noticia informativa más relevante de los últimos años. En su momento, El Mundo desempeñó una gran labor periodística al publicar una exclusiva diaria que acabó desestabilizando al gobierno de Felipe González. En estos últimos años, ha habido bastante dejación por el periodismo de investigación. Habría que hacer un análisis de ello, de por qué se está dejando de hacer paulatinamente. Yo creo que, en parte, es porque a la gente cada vez le interesa menos; queue, en mayor o menor medida, la consecuencia de eso es el descrédito que sufre el periodismo a día de hoy; que cada vez tenemos peor reputación, y por algo será.
¿Por qué los medios acaban seleccionando los mismos hechos constantemente?
Es complicado. Durante los dos últimos años, el drama de los refugiados se ha cubierto por todos los medios, sobre todo europeos que llevaban corresponsales a lugares como Lesbos. A los lectores les daba bastante igual y, por mucho que publicáramos denuncias desgarradoras, solo trascendió la imagen de un niño sin vida en la playa, la foto de Aylan. Surgió un poco de conciencia respecto al conflicto de los refugiados, pero no era por lo que realmente estaba ocurriendo, sino por la crudeza de la foto. Al lector español le interesa la política, la polarización, la bronca… Cuando hablamos sobre la guerra cultural que organizan las fuerzas políticas, nadie nos leyó, pero, cuando publicamos que Cristiano se contagió de coronavirus, se dispararon las visitas.
Puede ser que los periodistas hayamos maleducado al lector. Yo, en parte, me siento responsable. Cada mes debo obtener equis lectores y, si no cumplo los objetivos, el periódico no es viable. La cobertura de la guerra en Siria o en el Líbano no te da de comer, pues solo a una pequeña élite intelectual le interesa ese tipo de información.
¿Te has encontrado con sesgos ideológicos a la hora de crear informaciones en alguna empresa comunicativa?
Sí. Yo he trabajado en diferentes medios, desde la derecha hasta la izquierda. Uno de mis primeros trabajos fue en Libertad Digital; luego estuve en Vocento, más tarde en Público, y ahora llevo ocho años en El HuffPost. El único en el que, expresamente, me dijeron que tuviera cuidado con lo que hacía fue en Libertad Digital. En una ocasión, cuando daba noticias contra el partido que apoyaba el periódico, me dijeron: «Tú no has visto nada». Pero en la mayoría de periódicos, cuando entras a trabajar, no hace falta que te digan nada, porque sabes en qué medio de comunicación estás trabajando. Tengo la conciencia tranquila de saber que he obrado con plena libertad. Y,por supuesto, en ocho años que llevo trabajando en el grupo PRISA, no he recibido ninguna llamada para suavizar o «meter caña» a una información.