
La revolución socialista chilena no se desarrolló únicamente en el ámbito político; estaba respaldada por un pesante movimiento cultural y artístico desde la década de 1960. El campo que más caló en la sociedad fue la música, gracias a la Nueva Canción Chilena, un movimiento que buscaba la recuperación de la música tradicional folclórica del país con un contenido social explícito.
La precursora de esta Nueva Canción fue la cantautora Violeta Parra (1917-1967), quien dejó un legado ineludible junto a otros símbolos, al igual que Gabriela Pizarro. Este movimiento, asociado a otras ramas culturales como la poesía, cuyo máximo referente fue Pablo Neruda, lo protagonizaron exponentes como Víctor Jara, los hijos de la misma Violeta Parra, Ángel Parra e Isabel Parra, o el grupo de música popular Quilapayún. Muchos de ellos se involucraron de forma directa en el gobierno de Salvador Allende, y su repercusión fue tan masiva que sus canciones se convirtieron en himnos de la revolución socialista.
El pueblo chileno asumió que la Nueva Canción estaba vinculada al cambio. Por ello, podemos decir que pasó de ser una manifestación individual y particular, que tenía un papel fundamental en la concienciación de la clase obrera, a un símbolo identificativo que unía a la sociedad chilena en su conjunto.
El mismo Víctor Jara asumía que era el pueblo el propulsor de este movimiento musical. a en los años 70, en una entrevista realizada el 30 de agosto de 1973, seis meses antes de su asesinato y tortura previa, dijo lo siguiente:
«Fue tal la fuerza del movimiento en la sociedad que nosotros empezamos a utilizar los medios de comunicación de forma masiva. […] Yo sostengo que la canción llame a este testimonio de protesta. Primero que nada es canción. Es música que debe ascender al pueblo, no descender. Violeta no hizo canciones movilizadoras en el sentido contingente. Su música no es un himno social, es una canción que moviliza los sentimientos más importantes del hombre. Produce sentimientos de conciencia» .
Entrevista a Víctor Jara de Nicomedes Santa Cruz. Lima, Perú. 30 de Junio de 1973.
En los inicios de la Nueva Canción, se buscaba recuperar la tradición folclórica chilena incorporando innovaciones de la música latinoamericana. En 1969, la Universidad Católica de Chile convocó el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, y el movimiento se fue reforzando hasta el levantamiento militar de 1973, que supuso la represión y el exilio de muchos de sus exponentes. Se produjo, en consecuencia, un «apagón cultural».
La artista más conocida de la familia Parra, que es considerada la principal referente folclorista en el continente sudamericano, fue una creadora que llegó a todos los ámbitos artísticos. Fue cantautora, pero también escultora y pintora, y llegó a convertirse en la primera persona del continente en exponer su obra individualmente en el museo del Louvre en 1964.
Parra se consagró como un exponente del folclore chileno a nivel internacional. A parte de no cesar en su trabajo artístico, estudió diferentes tradiciones y costumbres del país. En 1958, fundó el Museo Nacional del Arte Folclórico Chileno y viajó al sureste del país para visitar la isla de Chiloé, territorio de tradiciones únicas. Parra retornó a sus orígenes y recopiló folclore de la cultura mapuche. Organizó recitales y cursos de diferentes variantes artísticas, y se registran hasta cuarenta cantos en mapudungún, la lengua mapuche. En 1967, se suicidó en su «casa de palos» de La Reina, que ella misma construyó.

Sus canciones dejaron huella en la conciencia de la sociedad chilena, como afirmaba el mismo Jara. Violeta tenía un compromiso fundamental con su pueblo. En una entrevista realizada en París en el año 1964, un periodista suizo le preguntó a la artista, mientras pintaba un cuadro, qué vía de expresión artística de las que dominaba utilizaría si solo pudiera acceder a una, a lo que la artista contestó: «Yo elegiría quedarme con la gente, porque es la gente la que me motiva a hacer estas cosas».
Violeta Parra, además de ser un símbolo para la clase obrera y popular, lo es para las mujeres y el movimiento feminista. En su poema «Verso por matrimonio», denuncia la violencia, las imposiciones masculinas y su propia experiencia matrimonial:
A los diez años cumplios por fin se corta la güincha tres vueltas daba la cincha al pobre esqueleto mío, y para salvar el sentido volví a tomar la guitarra con fuerza Violeta Parra y al hombro con dos chiquillos se fue para Maitencillo a cortarse las amarras
Parra, V. (1956). «Verso por matrimonio». En Décimas.