Carla Gimeno López
Mi querida madre:
Es imposible plasmar con palabras lo feliz que nos hizo recibir tu carta, las noticias eran tan buenas que no pudimos parar de reír y llorar por ello. Lo amable que es el señor Brooke y lo afortunado que es que el negocio del señor Laurence le mantenga cerca de ti tanto tiempo, ya que os es de gran ayuda tanto para ti como para papá. Las niñas son todas más buenas que un ángel. Jo me ayuda con la costura e insiste en hacer todo tipo de trabajos duros. Temería que se excediese si no supiera que su «ajuste moral» no duraría mucho. Beth es como un reloj con sus tareas y nunca olvida lo que le dijiste. Llora por papá y se le ve seria, excepto cuando toca su pequeño piano. Amy me cuida muy bien y yo la cuido mucho. Ella se arregla el pelo y yo le enseño a hacer ojales y remendar sus medias. Le pone mucho empeño y sé que estarás muy satisfecha con su mejora cuando vuelvas. El señor Laurence nos vigila como una madre a sus hijos, como dice Jo, y Laurie es muy amable y buen vecino. Él y Jo nos mantienen alegres, porque a veces nos entristecemos un poco y nos sentimos como huérfanas teniéndote tan lejos. Hannah es una santa. No nos regaña apenas, y siempre me llama señorita Margaret, lo cual es muy apropiado, ya sabes, y me trata siempre con respeto. Todas estamos bien y ocupadas, pero deseamos, día y noche, que vuelvas. Dale mi más apreciado amor a papá y, créeme, siempre tuya,
Meg

Mi preciosa Marmee:
¡Tres hurras por nuestro querido padre! Brooke fue un hacha telegrafiando y así nos lo hizo saber en cuanto empezó a estar mejor. En cuanto llegó la carta corrí escalera arriba hacia la boardilla y traté de dar gracias a Dios por ser tan bueno con nosotras, pero no pude más que llorar y decir: «¡Qué contenta estoy!, ¡Qué contenta estoy!» ¿No es esto tan bueno como una verdadera oración? Porque sentía muchas de ellas en mi corazón. Nos pasan cosas muy graciosas, y ahora puedo disfrutar de ellas, porque todo el mundo es tan bueno, que es como si viviésemos en un nido de tórtolas. Te hubieses reído mucho si hubieras visto a Meg apoyando la cabeza en la mesa intentando ser maternal. Está cada día más guapa y, a veces, siento que estoy enamorada de ella. Las niñas son verdaderos arcángeles y yo… bueno yo soy Jo y nunca seré otra cosa. ¡Ah! Te tengo que decir que por poco riño con Laurie. Le dije con sinceridad lo que opinaba sobre una tontería y se ofendió. Yo tenía razón, pero no debí hablar como lo hice y él se marchó a casa, diciendo que no volvería hasta que no le pidiese perdón. Le dije que no lo haría y me enfurecí. Esto duró todo el día. Me sentía mal y te echaba mucho de menos. Laurie y yo somos tan orgullosos, que nos es muy difícil pedir perdón. Pero pensé que vendría a hacerlo porque yo tenía la razón. No vino y, por la noche, recordé lo que me dijiste cuando Amy se cayó al rio. Leí mi pequeño libro y, como me sentía mejor, decidí no dejar pasar toda la noche estando enfadada, así que corrí a pedirle perdón a Laurie. Me encontré con él en la puerta del jardín. Venía a lo mismo que yo. Ambos nos echamos a reír, nos pedimos perdón mutuamente y nos sentimos bien y contentos de nuevo. Ayer, mientras ayudaba a Hannah con la colada, compuse un poema y, como a papá le gustan mis tonterías, voy a ponerlo para que se divierta. Dale un enorme abrazo, y una docena de besos para ti.
Querida mamá:
No me queda más espacio que para enviarte todo mi cariño y unos pensamientos secos de la planta que he guardado en casa para que papá la viese. Cada mañana leo, trato de ser buena todo el día y me duermo cantando el himno de papá. Ahora no puedo cantar «País de los leales» porque me hace llorar. Todos son muy amables y estamos tan felices como es posible estar sin ti. Amy quiere el resto de la página, así que debo parar. No me olvido de ventilar las habitaciones, cubrir los candelabros y dar cuerda a los relojes cada día.
Besos a mi querido papá en la mejilla que él la llama mía. ¡Oh, vuelve pronto! Tu querida hija,
La pequeña Beth

Ma cherie mamá:
Todas estamos bien y hago todas mis clases y nunca corroboro a las chicas. Meg dice que lo que quiero decir es contradigo, así que pongo las dos palabras y puedes escoger la más apropiada. Meg me consuela mucho y me deja tomar jalea todas las noches con el té. Jo dice que es muy bueno para mí, porque me mantiene de buen humor. Laurie no me trata con el respeto que debería, ahora que estoy casi en la adolescencia. Me llama pollito y me ofende hablándome francés muy aprisa cuando digo merci o bon jour como hace Hattie King. Las mangas de mis vestidos azules estaban todas desgastadas y Meg me las puso nuevas, pero no me van bien y son más azules que el vestido. Esto me disgustó pero no me quejé porque sé aguantar bien mis penas. Me gustaría que Hannah almidonara más mis delantales y me hiciera pastelillos de trigo todos los días. ¿No puede hacerlo? ¿No crees que he escrito muy bien este signo de interrogación? Meg dice que mi puntuación y ortografía son vergonzosas y me siento humillada, pero ¡pobre de mí! Tengo tantas cosas que hacer que no puedo pararme a pensar. Adieu, Dale todo mi amor a papá. Tu querida hija,
Amy Curtis March
Querida señora March:
No necesito más que unas líneas para decirle que lo pasamos de primera. Las chicas son listas y hacen las cosas volando. La señorita Meg va a salir hecha una verdadera ama de casa. Tiene mucho gusto para ello y se pone al corriente de las cosas con una rapidez sorprendente. Jo gana a todas en cuanto a ganas de trabajar, pero no se para a pensar primero y no sabe por dónde le va a salir. El lunes hizo la colada de un barreño de ropa, pero la almidonó antes de retorcerla y dio un añil a un vestido de color rosa que por poco no me muero de la risa. Beth es la mejor de las criaturas y me ayuda muchísimo, siempre tan previsora y prudente. Intenta aprenderlo todo, va al mercado como si fuera mayor y, con mi ayuda, lleva las cuentas muy bien. Hasta ahora hemos estado siendo muy ahorradoras. No dejo que las chicas tomen el café más que una vez por semana, como usted quiere, y les doy alimentos bastante simples y buenos. Amy no se queja, se pone sus mejores vestidos y come dulces. El señor Laurie está tan travieso como siempre y nos revuelve la casa de arriba abajo, pero anima a las chicas, así que no me entrometo. El señor anciano nos envía muchas cosas y es un poco pesado, pero su intención es buena y no debo criticarlo. La masa está subiendo y tengo que acabar el pan. Envío todos mis respetos al señor March y espero que esté mejor.
Su servidora,
Hannah Mullet

Jefa de enfermeras del pabellón 2:
Todo está tranquilo por Rappahannock; los soldados, en perfecto estado; el departamento de comisaría, bajo control; la guardia doméstica bajo el mando del coronel Teddy, siempre en servicio; y el comandante jefe, el general Laurence, inspecciona todos los días el ejército. En el campamento, el sargento Mullet mantiene el orden, y el comandante Lion está de guardia por las noches. Al recibir las buenas noticias desde Washington, se hizo una salva de veinticuatro cañonazos y hubo un gran desfile en el cuartel general. El capitán general envía sus mejores deseos, a los cuales se unen los del míos,
Coronel Teddy
Muy señora mía:
Las chicas están todas bien. Beth y mi nieto me dan noticias a diario. Hannah es una sirvienta modelo; protege a Meg como si de un dragón se tratase. Me alegra que el buen tiempo continúe. No dude en utilizar los servicios de Brooke y, si sus gastos se exceden de lo calculado, que recaiga sobre mí la cantidad necesaria. No permita que a su esposo le falte de nada. Gracias a Dios va mejorando.
Su servidor y amigo sincero,
James Laurence

Bibliografía:
Edición de referencia (pp. 189-193): Alcott, L. (1881). Little Women or Meg, Jo, Beth and Amy: parts I and II. Boston: Roberts Brothers.