Pablo Alberola (@palberola)
La vida y la muerte son temas que exploramos de distintas formas cada uno de nosotros. Nos enfrentamos a ellas como sabemos y podemos. La película de la debutante Janis Rafa, artista visual especialmente interesada en la conexión humana con el mundo animal, realiza un largometraje distante y complejo en el que los conceptos narrativos convencionales de una historia se desvanecen. Kala Azar (2020), nombre de la segunda enfermedad parasitaria más letal después de la malaria, es el título de este film melancólico y confuso que plantea una atmósfera incómoda y distante con el espectador.
¿Qué ocurre con las mascotas una vez mueren? Una pareja sin un rumbo fijo llena sus días recogiendo animales muertos e intentado consolar a sus antiguos dueños con palabras ensayadas. Una ocupación extraña que permite a la directora y guionista presentar un universo personal sobre los ciclos vitales y las relaciones humanas con los animales. Una conexión casi mística entre lo humano y lo animal en un planteamiento argumental solitario y excéntrico. Su juego de metáforas visuales y argumentales alejan al espectador de un posible nexo con unos personajes que se desmoronan emocionalmente, pero son incapaces de generar una mínima empatía.
La directora plantea un mundo solitario y casi postapocalíptico en una historia no lineal en la que la muerte va sobrevolando cada segundo de la película. Una visión deprimente y existencialista en la que parece que la única esperanza reside en los personajes de cuatro patas. Producida por Grecia y visible en la 35.ª Mostra de València, Kala Azar se presenta como un ejercicio demasiado personal e insólito que no termina de ofrecer un punto de unión con lo que busca transmitir y su audiencia, más allá de ciertas imágenes icónicas.